lunes, 4 de enero de 2016

Capitulo ocho.

La siguiente semana pasó más rápida de lo normal, quizás por qué deseaba con todas mis fuerzas que no llegaran las vacaciones de navidad. Son las únicas vacaciones que no disfruto como solía hacer de pequeña. Mientras la mayoría de personas esperan con ansias e ilusión a que lleguen estas fechas yo las despreció por todo lo alto. Si me dejaran elegir seguiría yendo a clases para acumular horas y poder coger antes las vacaciones de verano, o tener más días en semana santa. 

No me apetecía moverme de la cama, el techo blanco de mi habitación era mucho más interesante que salir a la calle a ver luces navideñas en portales o balcones, como si fuesen la entrada a cualquier club de alterne en alguna carretera perdida. Mi móvil ya marcaba 21/12/2014, domingo. En tres días noche buena, ¿donde la iba a celebrar yo este año? A saber. Me daba pena sentir tal rechazo hacía la navidad. De pequeña disfrutaba mucho. Noche buena y fin de año lo celebraba con mi familia paterna, una noche en casa de mi primo en Barcelona y la otra en mi casa, con todos ellos. A la familia de mi padre no los solía ver a menudo y navidad era una buena excusa para juntarnos, guardo bonitos recuerdos de aquellas cenas. Cenas que no se repetirían nunca más. La comida de San Esteban se celebraba en casa de mis abuelos con todos mis primos y tíos por parte de madre, al igual que la cena del día de reyes. También recuerdo todo aquello con mucha ilusión. Eran cenas, comidas y días señalados que aún se llevaban a cabo, pero ahora todos actuábamos con más independencia. Cada uno hacía lo que quería.  

Resoplé y me dí media vuelta en la cama, acurrucándome y abrazando mi oso de peluche. Desde hacía muchos años dormía con él. Es mi lado más infantil. Pero no es algo que intente esconder, al contrario, estoy orgullosa de tenerle tanto aprecio a un objeto tan inútil para el resto del mundo. Justamente, mi padre y mi madre me lo regalaron para navidad, muchos años atrás. Llevaba rato escuchando la vibración de mi móvil encima de la mesita de noche. Pero no encontraba ni ganas ni fuerzas para moverme dos centímetros y llegar a alcanzar el aparato. 

Me dí media vuelta revolviendo aún más todas las sabanas de mi cama. Me había quedado dormida, ya eran casi las ocho de la tarde. Estupendo, mañana aún tenía que ir a clase. Solo tenía que hacer la primera hora, después me darían las notas del primer trimestre y me dejarían irme, hasta dentro de quince largos días. Cuanto antes empiece, antes acabara, pensé. Esta vez si estire mi brazo en busca de mi móvil. Habían 24 mensajes de cuatro conversaciones distintas. Abrí la aplicación. El ultimó que me había escrito y por lo tanto, la primera conversación que salía en la aplicación, era Marcos. 
"Holaaaaaaaaaa"
"¿Que haceeeeees?"
"Xoooooxo"
"Nena..." 
"Jo, pero que haces que no me hablas"
"Pues vale, adiós"  -el primer mensaje era de hacía horas y horas, este ultimo de hacía un cuarto de hora. 
"No te desesperes, estoy aquí." -le escribí yo.  
Aroha también me había escrito; "quedamos un rato? me aburro...". Le expliqué que me había dormido y que me acaba de despertar sin muchas ganas de hacer nada, ya era tarde.  Algunos otros mensajes eran del grupo de mis amigos de Teruel y los otros restantes del grupo de clase. Leí todos por encima sin contestar en ninguno de ellos. Marcos me contesto, volví a su conversación.
"Como estás?" -me pregunto. 
"Pues aquí estoy, me acabo de despertar, me había quedado dormida."
"Yo también llevo un día de mierda, tengo una resaca que da miedo." -no hablaba con Marcos desde ayer a primera hora de la mañana. Ya no estaba mal con él, había entendido como iba nuestro juego, porque sólo era eso, un juego. Y en el fondo lo agradecía, era lo que quería. Un amigo sin llegar a nada más. No me iba a dejar llevar por esto.
"Saliste de fiesta?" -le pregunté aún sabiendo la respuesta.
"Sí, la cague mucho." -que extraño, pensé sonriendo. 
"Que hiciste, ¿eh?"
"No sé, bebí mucho y me enrollé con unas cuantas." -me explico. Viniendo de Marcos era totalmente normal. 
"Pues eso tienes que hacer, seguro que te lo pasaste en grande, nene." -le contesté yo animándole. 
"Que va María, no quiero esta vida ahora." -me impacto que me llamara por mi nombre. Se acercaba una conversación seria. 
"¿Que tiene de malo? No tienes pareja y solo haces lo que quieres y te apetece." 
"Hace un tiempo, cuando mi ex me dejo a mi y lo pasé tan mal, ¿te acuerdas que te lo conté? Pues aquella vez se me giraron los cables y empecé a ser muy cabrón, salía todos los fin de semanas, me daba igual cuantas cayeran y a cuantas me tirara, me daba igual todo, solo hacía que salir de fiesta, beber y follar. Y ahora no quiero eso otra vez, uno no se siente bien a la mañana siguiente. Es una mierda. A parte, quiero respetar a mi ex novia. Creo que es lo más justo. -me explicó Marcos. Me quede pensativa. 
"Me parece bien que ya no quieras vivir tan a lo loco. No hace falta vivir en discotecas y beber alcohol como rutina, también te apoyo en lo de no tirarte a cualquiera. Pero si algún día puntual te apetece hacerlo, o te encuentras con alguna que te llame la atención de fiesta y te acabas enrollando con ella, no pasa nada. Por algo lo has dejado con tu ex novia, disfruta de tu vida y deja de pensar tanto. No tienes a nadie ya a quien faltar-le el respeto. Ahora eres tú y solo tú. -le escribí yo. 
"Supongo que tienes razón. No sé, el día de después de salir de fiesta me siento muy mal."
"Se le llama resaca, cielo." -le escribí seguido de emoticones de risa.  
"Ya bueno, no sé.¿Tu que has hecho hoy?" -me preguntó cambiando de tema. 
"Nada, por la mañana he estado en el bar de la plaza, con los amigos de mi madre, he comido allí y me he hinchado a cervezas. He llegado y me he quedado dormida hasta hace nada. Yo también tengo la sensación de ahogarme en mi habitación." -le relaté mi día por encima. 
"Menos mal que ya tenemos vacaciones." -acabó diciendo Marcos. 
"Toda la razón." -dije yo pensando todo lo contrario.
"Oh, que asco María.." -me volvió a llamar por mi nombre. 
"¿Por qué me llamas María?" -le pregunté.
"No sé, te suena serio, ¿eh?" -me respondió seguido de un montón de "jajajajaajaj"
"Estoy poco acostumbrada a que tu me llames por mi nombre." 
"Oye,  ¿tú iras mañana a clase?" -me preguntó de repente.
"Sí, y tu también."
"No sé, me parece inútil ir a las dos primeras clases y ya esta." -escribió él.
"Mañana no entramos hasta las diez, solo haremos economía y luego nos dará las notas."
"Con más razón, ¿que hago yo hasta las diez?" -pensé en proponer-le un café en el bar antes de entrar a clase, pero abandone la idea. No iba a ser yo la que fuese detrás de él. 
"Pues dormir, ¿que vas a hacer si no?" -le acabé escribiendo yo. 
"No sé, si alguien me dijera de tomar un café..." 
"Tan fácil con que lo digas tú, eh." -le contesté sin mucho entusiasmo, aunque me estaba gustando la conversación.  
"No, tranquila. Ya he quedado con otra para ir a su casa, que dice que está sola." -¿ves? fíate de este a ver como acabas, pené. 
"Pues ya tienes la mañana completa, ¿ves? Tanto quejarse." -le escribí yo sin darle importancia alguna. 
"En verdad me da pereza." 
"¿Tú? ¿Pereza cuando se trata de follar? ¡No me hagas reír!" -le dije orgullosa, ya no me irritaba esta actitud del chico. 
"Va anda, ¿quedamos mañana a las nueve?" -no pude evitar una carcajada al leer lo que tenía delante. Tampoco la sonrisa de niña tonta. 
"Y tu chica equis?" -le pregunté con emoticones de sorpresa. 
"Prefiero empezar el día contigo." 
"Cuando quieres eres el mejor."
Quizás sobrepasé limites con esta última frase. No era nuevo que el intento de mostrarme indiferente con ese chico acabara en fracaso. Marcos me desconcertaba, ¿os lo he dicho alguna vez? A veces es tan prepotente, chulo y tan gilipollas con todo y otras veces me hace sentir, como lo diría, ¿diferente? Diferente a como me trata en comparación con otras chicas. En algunos momentos tengo la sensación que me vacila o intenta reírse de mí, otras que puede decirme lo que le dice a todas esas chicas equis sin que me siente mal o como si fuese lo más normal del mundo, pero en otros instantes se muestra cariñoso y deja ver ese interés en mi, aunque sea lo más mínimo. Posiblemente sea por la simple razón de que soy su amiga con un alto nivel de atracción física. Marcos tardó en contestarme y eso dio pie a que me quedara dormida. 
-Buenos días, imbécil. -le dije con una sonrisa mientras me acomodaba en el asiento del copiloto. Marcos vino a buscarme con el Mercedes antiguo. Llevaba puesto unos pantalones de chándal negros y una sudadera negra. La verdad sea dicha, cada vez lo veía con más buenos ojos. 
-Buenos días, marmota. -me contesto él mientras arrancaba el coche. 
-Oh, oh, oh. -dije yo con entusiasmo al escuchar como Radiolé emitía la nueva canción del Barrio. Subí el volumen y empecé a tararear la canción. 
-¿Donde esta Suecia? -la conversación se volvió geográfica cuando Marcos ya se disponía a aparcar el coche en una de las calles cercanas al instituto.
-Yo que sé, en el mundo. -dije yo. Siempre se me había dado mal eso de las capitales, las comarcas, en definitiva, la geografía no era mi punto fuerte. 
-Que inculta eres, María. ¿Capital de España? -me miró sonriendo.
-¡Badajoz! -exclamé y a la misma vez estallando a carcajadas que se mezclaban con las de Marcos.
-Eres subnormal. -me dijo cogiendo aire y abriendo las puertas del coche para salir.
Repetimos el mismo procedimiento. Esta vez le tocaba al chico pedir los cafés mientras yo elegía la misma mesa de siempre, la del fondo. Las manos se me quedaron congeladas, al igual que la nariz. Mientras tomábamos el café caliente acompañado de un cigarro, hablábamos sobre la chica que le había dicho a Marcos de ir a su casa por la mañana. Hacía un rato le había vuelto a hablar para insistir-le, como están de salidas las tías de este pueblo, pensé. Marcos le había dicho que no, pero no solo eso, si no que había quedado conmigo para tomar un café. Eso me alegro, ya que la chica me conocía y ella para mí, no era santo de devoción. Te pasa por ser una cerda, todos se acaban cansando de ti; volví a pensar para mis adentros mientras se me escapaba una sonrisa picara. 
-Que sonríes tu ahora, ¿eh? -me pregunto Marcos. 
-Nada, ¿no puedo sonreír? -le guiñe un ojo y le contagie la sonrisa.  
-Como te gusta que prefiera quedar contigo antes que irme por ahí a hacer maldades. -me dijo.
-Lo mismo que te gusta a ti tener una amiga como yo, que te hace sentir bien. Si hubieses empezado el día en alguna cama ajena, te sentirías sucio y una mierda. Ugh, que asco. -dije poniendo una mueca de asco. 
-Toda la razón.  
Al poco rato apareció Safa por la esquina del bar, ella venía en tren y a veces llegaba un poco antes de la hora. Se sentó con nosotros y se tomó también un café con leche. 
-Le habéis cogido el gusto a veniros los dos solos la mitad de las mañanas, ¿eh? -dijo ella. 
-No hay nada más que hacer. -contestó Marcos.
-¿Pero vosotros dos tenéis algo o solo sois amigos? -volvió a preguntar Safa.  Ella era así, se quería enterar siempre de todo, quería todas las informaciones de todas las personas posibles al día. Y le daba igual entrometerse en los asuntos de los demás. Aunque parezca mentira, eso me gustaba de mi amiga musulmana, era tan mete mierda, tan cotilla, tan rebuscada y directa y se sentía tan orgullosa de ser así que no se esforzaba en esconderlo. 
-Safa, solo somos amigos. Nos entendemos, nos lo pasamos bien juntos, no hay más. -dije yo.
Entramos a clase cuando sonó el timbre. La clase de economía fue más bien una clase de riso terapia. Edu acabó harta de la mitad de la clase y se dio por vencida. Era inútil hacernos callar la ultima clase del año. Se fue a buscar los sobres que contenían las notas de cada uno de nosotros y nos la repartió. Ingles y catalán suspendidas. Podría haber sido peor. Durante media hora nos quedamos en clase comentando las notas unos con otros y cuando Edu, nuestra tutora, nos dejo vía libre, salimos del centro. Marcos se iba a Barcelona a realizar unos encargos de su padre y los demás tenían cosas que hacer. Aroha, Naira y yo, antes de salir del centro, nos pasamos por el patio. Repartían croissants y chocolate caliente. 
 -Oh, que rico esta. -dijo Aroha saboreando su chocolate. 
-¿Queréis ir a algún lado?  -preguntó Naira. 
-¿Vamos al parque de aquí detrás y estamos un rato juntas? -propuse yo. 
-¿Como va con Marcos, María? -me preguntó de repente Naira. 
-Bien, está mañana he quedado con él para echar un café en el bar. -dije yo sin mucha importancia.
-Empezáis a cogeros cariño. -comentó Aroha. 
-Puede ser, pero eso es todo. No quiero nada con él. -dije tajante. 
-¿Por qué lo tienes tan claro? -me pregunto Naira. 
-Supongo que podría engancharme fuerte de este niño porque me encanta su personalidad, pero ya conocéis a Marcos, hay que ser gilipollas para ilusionarse con alguien como él. Así que no voy a dar pie a eso. 
-Siempre huyendo del amor. -dijo Aroha riéndose.  
-Pues vivo poco bien así, ¿sabes? -dije yo riéndome con ella.  
-¿Y tú? ¿Como va con Javi? -le pregunté a Naira. 
-No sé. Bien, supongo. Nos liamos de vez en cuando pero no me convence demasiado esto, sigo opinando que él quiere algo más y yo no me veo con él y tampoco quiero hacerle daño. Pero tampoco sé decir-le que no.  A demás, no quiero que se enteré nadie y él se lo ha contado a sus amigos. -nos explico ella. 
-A ti lo que te pasa es que Javi no te pone nada físicamente y te da vergüenza que te relacionen con él. -le dije yo, quizás demasiado directa.
-A ver, no es que me avergüence, pero sí, no es el típico chico que me suele llamar la atención. -admitió ella. 
-Entonces no entiendo por que le sigues el juego. -dijo Aroha.
-Porqué me gusta como me trata, me cuida mucho y siempre esta por mí. -dijo ella.
-No sé, deja que pasé el tiempo, a ver como va surgiendo todo. -le acabé diciendo yo-. ¿Y con Marcos? -aproveché para sacar información que me interesaba bastante. 
-Ahora hace días que no hablamos, pero bueno, yo veo que en clase me mira mucho y siempre me estaba buscando. -dijo ella. No le hice mucho caso, Naira siempre había sido así. Si tenía que exagerar las cosas para fardar, lo hacía.  
Los siguientes días los pasé medio ausente en mi mundo y en mis pensamientos. No hice gran cosa más que ir del sofá a la cama, ver película tras película, vaguear y mentalizarme de que estás fechas tan señaladas no durarían demasiado. Cuando el agobio y la ansiedad hacían efecto en mí me esforzaba en salir a la calle a distraerme, con Naira y Aroha. Las conversaciones con Marcos las utilizaba como vía de escape para despejar la mente y también aprovechaba cuando mi madre salía a algún lado, a algún bar con sus amigos, a pasear o simplemente al supermercado. Me sentía cansada de no hacer nada pero tampoco encontraba las ganas para activar-me, cansancio psicológico. 

Después de tres largos días me encontraba delante de la primera cena de navidad. Noche buena. Mis tíos habían decidido irse al pueblo para Navidad, así que no tendría una cena familiar ni por asomo, ya que se llevaban también a mi abuela. Durante varias semanas atrás intenté convencer a mi madre de hacer lo mismo que ellos y alejarse de todo esto, pasar unos días con la familia lejos de todo, entre las montañas, la nieve y el frío. A días parecía estar convencida, pero era tal la pereza de coger el coche y conducir durante horas, las carreteras heladas y las bajas temperaturas, que no resultó lo suficiente convincente. Necesitaba con todas mis fuerzas huir al pueblo esos días, incluso se me inundaban los ojos de lagrimas cuando veía a mi madre sin ganas de hacer el viaje. Pero no emitía palabra alguna, asentía sin presiona-la, sin exigirle ni insistir-le. Así era yo, lo que me dolía e importaba de verdad lo llevaba por dentro y de ahí no salía. Era incapaz de hacer ver las situaciones que me dolían de verdad, en este caso, la necesidad de esconderme de la realidad en esta nueva navidad y sentirme acogida, acompañada y querida por mis tíos, mi abuela y mis primos. Sentir la seguridad de que mi madre y mi hermana estaban bien, no vernos solas. Pero mi madre decidió que no y lo acepte sin mediar palabra. 
-¿Vamos a cenar lentejas en noche buena? -pregunté yo mientras me sentaba en la mesa de mi casa. Delante mío habían cuatro platos hondos medio llenos de lentejas. Mi hermana ponía mala cara ante la cena, mi madre sonreía y su amiga Ana hacía lo mismo. Si en mi casa apreciamos poco la navidad, Ana superaba limites. Desde que se separo nada era lo mismo para ella. Había costado mucho conseguir que saliera de su casa para venir a cenar con nosotras. No estaba sola, pero ni siquiera tenía ganas de ir a cenar a casa de sus familiares. Sus ojos estaban tristes pero dibujaba una mínima sonrisa en su rostro. A mi también me picaban los ojos. 
-Las lentejas en noche buena dan buena suerte, María. -contesto mi madre, sentándose también en la mesa. Empezamos a comer en silenció, comentando el programa especial que emitían en la tele. Después de las lentejas, fueron unas cuantas gambas las que presidían la pequeña mesa. Por más que lo intentara, por más que buscara el lado positivo, todo me parecía muy triste. Una gran melancolía ocupaba gran parte de mi mente. Mas de una vez tuve que levantarme de la mesa y esconderme en el lavabo para apaciguar las lagrimas que no se contenían. Era estúpido que algo así pudiera conmigo, me sentía débil pero delante de ellas, dejaba escapar carcajada tras carcajada para que se unieran conmigo e intentar olvidar la sensibilidad que compartíamos las tres, por lo menos, ocultarla. 
Después de la cena y las dos botellas de vino que nos fundimos entre las tres en un abrir y cerrar de ojos, nos atiborramos a bombones, turrones y chocolate.  De vez en cuando iba revisando el móvil, echaba de menos a Marcos, él debía estar en alguna cena familiar con muchas personas, pasándoselo bien y olvidado del móvil, como era lógico. Llego el momento de los regalos. Ana le regalo a mi madre un par de pulseras de piedras y minerales, mi madre a su amiga un libro con frases amorosas, así era Ana, muy romántica y moñas. En cuanto a mi le compre un elefante de madera a mi madre, según ella y su ideología yoguica estos animales traen buena suerte. A mi hermana el supuesto papa noel le trajo un neceser, entre otras muchas tonterías y a mi colonia, ropa, dinero y alguna que otra pulsera. Valoraba y me hacía sentir bien el hecho de que aún con poco que tuviéramos podíamos y teníamos la fuerza de hacer de estos momentos algo especial y feliz. Mi madre y su amiga barajaban la opción de bajar a la plaza después de cenar, ya que algunos amigos suyos iban a estar, pero a mi madre le acabo dando pereza y a Ana, más de lo mismo. Esta se fue a su casa y mi madre y mi hermana no tardaron en irse a la cama. Yo después de estar un buen rato en el sofá acompañada de la tele, decidí meterme en la cama, no tenía sueño pero en la televisión ya no hacían nada interesante. 
"Hola nena, ¿que haces?" -aún no estaba completamente dormida y la vibración de mi móvil me desveló. Lo alcancé y lo desbloqueé. Tres y media de la madrugada. El mensaje era de Marcos.
"Estoy en la cama ya, ¿y tú?" -le respondí acostumbrando mi vista a la luz de la pantalla. 
"Estoy llegando de Barcelona, estos se van por ahí a seguir con la fiesta pero a mi no me apetece tanto." -me escribió el al instante. Iba a responder-le cuando vi que seguía escribiendo algo más-. "Te apetece bajar un rato y nos fumamos un par de cigarros?" -la primera reacción fue sonreír.  
"No sé, me tengo que vestir y todo..." -ya estaba metida en la cama, ahí fuera debía hacer mucho frío, me apetecía ver a Marcos pero me daba pereza bajar a la calle. 
"Ponte lo primero que pilles, va..." -¿como le iba a decir que no?
"Bueno.. Vale. ¿Cuánto tardas en llegar?" -escribí. 
"Quince minutos, yo te aviso cuando este llegando." -me dijo él-. "Pero no te duermas, por fa." -siguió escribiendo.
Acepté y bloqueé el móvil. Me costo mantener los ojos abiertos, una vez en la cama el sueño hacía acto de presencia. Al fin y al cabo no había sido tan mala noche. Cuando Marcos me volvió a escribir me levanté de la cama con mucho esfuerzo y me puse unos tejanos encima de la mallas con las que dormía, una sudadera encima de la camiseta de pijama y la chaqueta. También me coloqué los calcetines gordos en los pies, cuanto más abrigada, mejor. Me lavé la cara y me peine por encima, cogí el móvil, el tabaco y salí a la calle intentando no despertar a nadie.
"¿Ya estás en el callejón? No te veo." -le escribí a Marcos caminando por la oscura carretera. 
"Sigue caminando." -me respondió al instante. Le hice caso y me lo encontré detrás de un coche, mirándome sonriendo. 
-¿Has venido sin coche? -le pregunté acercándome a él. 
-Sí, me han dejado aquí, ellos se iban a la plaza un rato. -me respondió. 
-¿Quienes son estos? -le pregunté curiosa. 
-Mi primo y los de las motos. 
-¿Donde has pasado noche buena, eh? -le pregunté mientras saltábamos unas vallas que se encontraban al lado izquierdo de la carretera. Ese trozo de carretera se había desprendido un poco y por razones de seguridad habían colocado ahí cuatro vallas de color amarillo. 
-En Barcelona con toda mi familia. -durante largo rato me explico cosas de su familia, por decirlo de alguna manera me presento a casi todos los miembros sumándole experiencias que había pasado con cada uno de ellos.  
-Eso ya me lo habías contado. -le dije mientras sacaba un cigarro de mi cajetilla de tabaco cuando me contaba cuando su primo y el se fueron a Valencia sin decirle nada a nadie, en plan locura.  
-Joder, con la tontería te conoces toda mi vida. -me respondió mirándome de cerca. 
-Normal, con todas las noches que nos pasamos en este callejón... -le dije riéndome. Mis pies empezaban a quedarse muy fríos, notaba los dedos congelados. Estábamos sentados en la acera que estaba vallada, desde ahí las vistas eran bonitas. Me desprendí de las zapatillas que llevaba y coloqué mis pies entre las piernas de Marcos. 
-¿Que haces, loca? -me preguntó mirando mis pies entre sus rodillas y pantorrillas. 
-Que tengo frío en los pieses, dame calor humano. 
-Pieses dice... -soltando varias carcajadas ante mi palabra inventada-. Oye, no tengo ganas de empezar el año con mi ex y menos en un hotel sin salida. -me dijo de repente.
-Es una chica con la que has pasado media vida, no todo ha debido ser malo, olvídate de todo y disfruta dos días con ella en la montaña, compórtate como su amigo y dejar todo lo malo atrás durante unos días. -le dije creyendo que era lo mejor. En el fondo, muy en el fondo, me gustaría ser yo la que se fuera con él. Lejos y alejada de todo y con una persona con la que me lo paso en grande sea donde sea. Pero no eran celos, no me molestaba nada que tuviera que ver con esa chica, al contrario, me apetecía que Marcos estuviese bien e hiciera las cosas bien, como amiga suya que soy. 
-Sí, eso tendré que hacer. Tú a beber como si no hubiese un mañana y a empezar el año con buen píe, ¿no? -me pregunto.
-Esta claro. -beber iba a beber como nunca, era la única forma de perder la noción del tiempo y pasármelo en grande.
-Me echarás de menos, eh. -me sorprendió de repente. 
-Más quisieras, Marquitos. -le contesté sin pensar. 
-No te pongas a la defensiva, sé que me echaras en falta. -me dijo tranquilo. Será creído.  Sonreí. 
-Lo mismo que tú a mi. 
-Pues quizás si te eche algo de menos. Me tendrás que felicitar el año, eh. Como te olvides ya no seremos amigos. -me reí y él me imito. 
-Tranquilo, me acordaré de ti. 
-No lo dudo.
-Oye, empiezo a tener mucho frío. -le dije aún sin querer irme a casa, pero se había hecho tarde y empezaba a hacer mucha humedad. Hablamos de infinidades de cosas, podríamos pasarnos días y días hablando que nunca se nos acabarían los temas de conversación. 
-Sí, y yo en unas horas tengo comida familiar. -dijo él-. ¿Tú con quien comes mañana? 
-No sé, supongo que en casa como un día normal. Mi madre,mi hermana y yo. -le conteste sin mucho animo. 
-Para que quieres más, comerás mucho más tranquila que yo. -dijo intentando animarme. Me puse las zapatillas y me levanté del suelo-. Hostia, que me tengo que ir andando a casa... ¡que no tengo coche! -exclamó. 
-Sí, pues te espera una buena caminata, eh. -le dije riéndome. Marcos vivía a la otra punta del pueblo de donde vivía yo.  
-Espera espera, vamos a fumarnos un cigarro más mientras averiguo quien viene a buscarme. -me dijo sacando su teléfono móvil. Acepté sonriendo mientras me encendía un cigarro y observaba como el chico llamaba a su primo, el cual no le cogió la llamada. 
-Me se de uno que se va a tener que ir andando... -dije riéndome sin parar.
-Cállate anda. -me dijo sonriendo. Volvió a llamar, ahora a otro numero-. Tú Marc, ¿donde estas? -esta vez si recibió respuesta. Marcos puso el altavoz así que pude escuchar al otro chico como le decía que acababa de llegar a casa y ya estaba en la cama-. Tío, ven a buscarme por fa, que estoy sin coche y en el pueblo. -le dijo Marcos casi rogándole. Su amigo le dijo que no iba a venir, estaba borracho y metido en la cama con el pijama. Empecé a reír por lo bajo-. Va en serio, yo por ti lo haría. -dijo Marcos insistiendo. Al final su amigo cedió-. Estoy donde vive el Eric, te amo xoxo. -acabó diciéndole Marcos-. Arreglao'. -me dijo mirándome cuando guardó el teléfono 
-Eres un desastre, menos mal que tienes unos amigos que se tienen ganado el cielo contigo. -le dije absorbiendo las ultimas caladas de mi cigarro. 
-Toda la razón. Te acompaño hasta casa y le espero en la esquina, ¿vale? -acepté y caminamos hacía mi calle. Me tropecé con una piedra, estaba oscuro y no veía mucho. Grité no muy fuerte y se me cayo el paquete de tabaco el suelo.
-Que patosa eres niña. -escuché a Marcos mientras se reía de mí. 
-Cállate imbécil. -le contesté riéndome yo también. Me agache para recoger mi tabaco. 
-Oh, que culito. -las risas del chico no cesaron. Sonreí al escuchar esto ultimo y me incorpore para seguir a mi amigo. 
-Como te gusta, eh. 
Entre risas y varios comentarios fuera de lugar llegamos a mi portal. Me espere con él mientras llegará su amigo. Eran las cinco pasadas de la madrugada y se me había pasado como su hubiese estado con Marcos media hora. Agradecí que hubiese pensado en mi y no en más fiesta con sus amigos, pero no se lo dije. Con este chico era necesario callarse las cosas bonitas o ñoñas. Si se acostumbraba se acomodaría y posiblemente dejaría de valorarme como lo hacía ahora. Vi como un coche se detenía en la esquina de mi calle.  "¿Es ese?"; le pregunté a Marcos. Él levantó el brazo hacía el coche y su amigo se acercó. Mi amigo me dio un beso en cada una de mis mejillas, acción que me sorprendió, ya que nuestro contacto físico se había centrado en otras cosas y no en saludarnos o despedirnos con besos, me extraño pero no me disgusto. 
"Es muy tarde, el tiempo contigo pasa volando." -me escribió Marcos cuando ya estaba acurrucada entre mis sabanas.
"Sí, yo tengo la misma sensación. Me gusta. Buenas noches, feo." -le respondí despidiéndome de él.  Al instante me quede dormida. 


-María, levántate ya y arréglate. Vamos a comer fuera.  -la voz de mi madre me despertó a las doce y media del mediodía. No había dormido lo suficiente y tenía mucho sueño. Me sorprendió que la comida de navidad no fuera en casa. ¿Donde pretende ir ahora mi madre? Me desvelé un poco.
-¿Dónde vamos?  -le pregunté adormilada a mi madre. 
-Vamos con Ana a algún bar a comer. -me contestó ella. Si fuese un día normal me hubiese quedado en mi cama pero al tratarse de un veinticinco de diciembre, hice el esfuerzo. 
Me levanté y me metí en la ducha, necesitaba despejarme del todo. No me entretuve mucho ya que tenía el tiempo justo para secarme el pelo, planchar-lo, vestirme y maquillarme lo más mínimo. Bajamos a esperar a Ana a que bajara, desde hacía unos años se había mudado al mismo pueblo que nosotras, en la misma calle y casi en el mismo bloque. La intención era ir a algún bar a comer un plato combinado o algo por el estilo pero hoy todo estaba cerrado, menos el McDonald's, claro. Por un momento volvió la melancolía y el odio excesivo a estas fechas. Pero hice que se me pasara rápido, total, tampoco esta mal una hamburguesa con sus patatas fritas. Después del café volvimos a casa, yo me limité a echar la siesta a recuperar las horas de sueño que no había dormido por la noche. También hable un rato con Marcos, como era normal, estaba de comida familiar, así que hoy tampoco estaría por el móvil. Le pregunté a Naira y Aroha si querían hacer algo por la tarde, pero tanto una como la otra tenían familiares en casa. La ultima opción fue ver película tras película y de esta forma, dejar que pasara la tarde, hasta la hora de volver a dormir. Mañana otro día será. 

Los cuatro siguientes días no varío mucho mi manera de pasar las vacaciones de navidad. Había visto más películas en una semana que en todo el año que estaba a punto de acabar. Tenía entrada para pasar fin de año en una discoteca, pero no tenía ni vestido, ni tacones ni nada que poner para esa noche. Me encontraba en uno de los extremos de mi sofá, en el otro lado estaba mi madre. Llevaba rato pensando en la vestimenta que debería ponerme, este tema también me amargaba mucho. Nunca solía llevar vestido, no eran una de mis prendas preferidas, que digamos. Más bien todo lo contrario, pero tenía que hacer algo o él treinta y uno de diciembre estaría estirándome de los pelos. 
-Mamá, necesito algo que ponerme para fin de año. -le dije de una punta a  la otra del sofá. 
-¿Que quieres? ¿Un vestido? -me preguntó ella.  
-Sí, y unos tacones, pero tienes que ayudarme o moriré amargada. 
-Pues cuando quieras ves arreglándote y nos vamos a ver si vemos algo que yo también estoy agobiada de estar aquí encerrada. -tenía la mejor madre del mundo, sin lugar a duda. 
Mi hermana aprovecho que no había quedado con nadie y se vino con mi madre y conmigo. Fuimos a las afueras de Granollers, un pueblo mucho más grande que el mío. Primero entramos en una tienda, entre mi madre y yo estuvimos mirando los vestidos, en cuanto a mi no me gustaba ninguno, a decir verdad, era totalmente cerrada de mente cuando se trataba de arreglarse con vestidos. Pero mi madre empezó a coger todo aquel que le parecía bonito, por lo menos aceptable y así me metió al probador y me obligó a probarme uno detrás de otro.  Por lo menos nos reiremos un rato; pensé mientras me desnudaba entre aquellas cuatro paredes. Me puse el primero y detrás de este, otro. Y así sucesivamente. Dejando que mi madre y mi hermana vieran cada una de esas prendas puestas en mí, haciendo-las reír.  No dejé de hacer el tonto, cantoneando-me por el pasillo de los probadores con esos vestidos que ninguno me convencía y con unos tacones extremadamente altos que mi madre me había traído. No me disgustaba verme con vestido y con tacones, muy en el fondo me gustaba. Quizás por mi prepotencia y por quererme tanto a mi misma, era una de las cosas que más me gustaban de mí. Aunque habían momentos en los que me odiaba entera, como la mayoría de adolescentes. A mi madre le gusto un vestido negro, de tirantes gruesos. Hasta la cintura ceñido y a partir de la cadera suelto, con un buen escote en uve. Me iba un poco grande pero mi madre tenía solución para eso. Hace mucho tiempo trabajo con maquinas de coser. Salí de aquella tienda con un vestido, algo impensable antes de entrar en ella. Me había animado bastante y me encontraba lo suficientemente feliz como para seguir dando vueltas. A continuación fuimos al centro de Granollers, allí dimos vueltas por todas y cada una de las tiendas de ropa. Mi madre también estaba contenta y cedió a comprar-me un bolso negro lo suficientemente grande como para llevarme-lo de fiesta, ya que en invierno siempre me llevaba ropa para abrigarme al salir de las discotecas, cosa que iba a hacer en fin de año. Y por ultimo encontré los zapatos que me iba a poner la última noche del año. Eran unos botines de tacón pronunciado y fino, de color negro con brillantes que no daban mucho el canté. No nos fuimos a casa sin antes entrar en una tienda de lencería. Compramos un tanga rojo para mí y otro para mi madre, unas bragas para mi hermana del mismo color y un sujetador para mí a conjunto con el tanga. Me había quitado algo más de encima, una cosa menos por la que preocuparme. Me sentía mucho más tranquila. 
"¿Que hace la niña?" -cuando llegué a casa preste atención al móvil y sin mirar quien más me había escrito  me centré en la conversación con Marcos que no hacía mucho me había hablado.
"Pues acabo de llegar a casa, he ido de compras con mi madre, me he comprado el vestido de fin de año y los tacones y como no, lencería roja para la ocasión." -le contesté feliz y añadiendo caritas pervertidas. 
"Y me vas a dejar ver esa lencería?" -me contestó Marcos. Sonreí y pensé ¿por que no?.
"¿Que me estás pidiendo, eh?" -le escribí mientras me desprendía de toda mi ropa y me colocaba el tanga rojo que me acababa de comprar mi madre. 
"No sé, una foto o algo para hacerme la idea." -me escribió el chico. 
"No aprendes, eh. ¿Cuántas veces me has pedido fotos picantonas y cuantas veces te he dicho que si?" -le escribí riéndome. Salí de la aplicación y me hice dos fotos estirada boca abajo en la cama de mi madre.
"Ninguna vez me has dicho que sí, pero tampoco lo veo tan dramático. Si cuela, cuela. No te las des de refinada, ahora." -me respondió Marcos. Sin escribirle le pase una de las fotos, no se veía nada del otro mundo, nada más que la silueta de mi culo y la mitad de mis piernas. Se veía perfectamente el bordado rojo que llevaba mi nueva prenda interior.
"¿Que tal? Es bonito, eh. A mi me encanta." -le dije sin más, sonriendo detrás de la pantalla. 
"Joder, si es bonito, si. Muy sexy a demás." -me contesto al instante-. No esperaba que cedieras. Me ha sorprendido. 
"Siempre te acabo sorprendiendo. Soy una cajita de sorpresas." -le escribí. 
"Anda, no te flipes y vente para mi casa." -me contesto él.
"¿A tu casa para qué?" -le pregunté sin dejar de sonreír.
"Tú sabrás, se ha animado el tema."  
"Deberías aprender a controlar a la bestia, pollito..." -le dije riéndome sola.
"Serás cabrona... ya pedirás, ya."
Después de cenar seguí hablando con Marcos, hoy él también se tomaba la noche de descanso y no salía a ningún lado. La conversación duro horas y horas y trato de muchas otras cosas a parte del deseo sexual que se hacía presente la mayoría de veces con Marcos. Me sentía feliz y contenta y casi como de costumbre me dormí riéndome con el chico, ya que, incluso por escrito y sin vernos, todo era diversión, tonterías, risas y muchas sonrisas. Por lo menos, por mi parte, dato que no tenía por que saber mi nuevo amigo. 

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